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A
menudo, al visitar un yacimiento nos encontramos en el suelo trozos de
cerámica que, aparentemente, no tienen ningún valor. En
realidad, estos fragmentos tienen un valor histórico, porque pueden
ayudar a los investigadores a interpretar la historia del yacimiento.
Pero, examinándolos, podemos interpretar nosotros mismos lo que
nos dicen esos fragmentos. Aquí se explica más o menos cómo
podemos hacerlo.
En primer lugar, debemos distinguir entre cerámicas indígenas
y cerámicas de importación. Las cerámicas de importación
estaban hechas siempre sobre un torno de alfarero, lo que les daba mayor
densidad y solidez a las pastas con que se hacían. En cambio, las
cerámicas indígenas (hechas en Mallorca o Menorca) se hicieron
sin el torno, incluso bien entrada la romanización de las islas,
cuando conocían la existencia de ese "aparato." Así,
a simple vista, podemos distinguir con cierta facilidad si el fragmento
que tenemos es importado o indígena.
La mayoría de los fragmentos que nos podemos encontrar en superficie
en un yacimiento prehistórico suelen corresponder a sus últimas
etapas. Lo lógico es pensar que, en un yacimiento arqueológico,
los fragmentos que se encuentran más cerca de la superficie suelen
ser los más modernos. Por esto, la datación de un yacimiento
a base de examinar los fragmentos cerámicos encontrados en la superficie
suele ser válida sólo para las épocas finales de
nuestra antigüedad. Las dataciones de yacimientos más antiguos
se suelen hacer con métodos más complejos, como el análisis
de Carbono-14.
Entre los fragmentos de cerámica habituales en los yacimientos
de las islas encontramos los trozos de ánforas púnicas.
Su pasta es tan densa que la superficie de sus cantos suele ser tan lisa
como la de sus caras. Se reconocen por ser de un tono entre beige y rosáceo
muy claro y, sobre todo, por las características estrías
que tenían casi todas las ánforas púnicas en su exterior.
La mayoría de los fragmentos de ánforas púnicas corresponden
a los siglos de dominación del comercio con Mallorca y Menorca
por parte de Cartago y, sobre todo, de su colonia en ibiza, Ebussus. Esta
época va aproximadamente desde el siglo IV AC hasta el final del
siglo II AC, aunque los ebusitanos siguieron activos durante la romanización.
Entre mediados del siglo II AC y el siglo V DC, se fabricaron diversos
tipos de cerámica, la mayoría procedentes de las distintas
ciudades del Imperio Romano. Un tipo de cerámica que llegó
a ser habitual y es destacable por su especial belleza es la "Terra
Sigillata." Se trataba de piezas de cocina (pequeñas y finas)
terminadas con un barniz rojo anaranjado y (a veces) elegantemente decoradas.
Estas cerámicas correponden al siglo I DC.

Fragmento
típico de ánfora púnica-ebusitana, con sus
estrías características. Estos fragmentos corresponden
a cualquier época entre los siglos IV y I AC.
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Fragmento
de "terra sigillata" con decoraciones en relieve. Su cronología
ronda el cambio de era.
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Fragmento
de borde de un plato de cerámica africana de bordes oscuros.
Esta es la típica vajillla de cocina del oeste del Mediterráneo
(romana), en uso entre los siglos I DC y V DC.
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No
hay que olvidar que muchos poblados continuaron siendo habitados o fueron
reutilizados en época musulmana, lo que ha dejado un sinfín
de fragmentos de cerámica que no vamos a describir aquí.
En cuanto a la cerámica indígena, hecha "a mano"
podemos encontrar muchas variedades, aunque son menos descriptivas en
cuanto a las posibles fechas de su fabricación.
La cerámica neolítica es tan escasa que es prácticamente
imposible encontrarse con ella en la superficie. Además, es tan
antigua que, en caso de encontrar un fragmento de ese tipo, lo más
probable es que lo confundiésemos con una piedra. Otro tipo de
cerámica antiquísima y también muy escasa es la cerámica
campaniforme aunque, en este caso, si nos encontramos con un fragmento
de su variante incisa, sería difícil confundirla.
A
partir del calcolítico, donde corresponde la cerámica
campaniforme, el tipo de pasta con que se hacían las vasijas
prácticamente no varía a lo largo de los siglos, salvo
ya en la época postalayótica. Los fragmentos de otras
vasijas, ya sean de los dólmenes, del naviforme, del prototalayótico
o del talayótico, se parecen mucho entre sí. Como mucho
podemos aventurar que en las épocas inmediatamente posteriores
al calcolítico, todavía existía una tradición
de hacer cerámicas con un acabado pulido de gran calidad. Así
nos podemos encontrar con algunas cerámicas de los dólmenes
y del naviforme inicial de apariencia muy cuidada, sobre todo en su
superficie exterior.
Luego están las cerámicas del naviforme medio y posteriores.
En casi todas ellas se encuentran pequeños granos de materia
blaquecina, generalmente calcita machacada. Los gránulos suelen
ser muy abundantes, dándole a la pasta un aspecto de mala calidad
que se suma a su rugosidad. De todas formas, estos gránulos
pueden variar de tamaño y de abundancia, independientemente
de la fecha de la cerámica. |

Fragmento
de borde de olla indígena, donde se aprecian perfectamente
los gránulos de calcita. A esto se le llama "desgrasante."
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Dos
fragmentos de cerámica negra, cocida en un ambiente reductor
(sin oxígeno). La distinta intensidad del negro corresponde
a diferentes temperaturas de cocción: cuanto más caliente,
más negra resulta la cerámica.
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La
mayoría de los fragmentos que encontramos suelen tener un color
entre gris negruzco y beige rosáceo. Algunos tienen su interior
negruzco y sus superficies exteriores rosáceas. Esto se debe
al proceso de cocción de las vasijas. Inicialmente, las vasijas
ya modeladas se introducían en un horno. Este horno solía
estar completamente tapado, y la combustión consumía
pronto todo el oxígeno de su interior, produciendo lo que se
llama una "atmósfera reductora." Las cerámicas
cocidas así son las de color gris o negro, más negras
cuanto más caliente estaba en horno donde se cocieron. |
En
algunos casos, si el "horno" no había sido sellado
correctamente, se podía colar algo de aire fresco en su interior,
oxidando aquellos lugares de las vasijas que entrasen en contacto
con él, y dándoles el característico tono rojizo.
El que este tono sea más o menos rojo depende de la composición
de la pasta; cuanto más mineral de hierro tenga, más
tenderá a enrojecerse.
En otras ocasiones, una vez cocidas las vasijas, se abría el
horno para la fase de enfriamiento de las mismas, permitiéndoles
entrar en contacto directo con el aire. Estas vasijas quedan enrojecidas
en su superficie exterior. Las que estaban boca arriba se vuelven
rojizas por todo, y las que estaban boca abajo sólo se oxidan
por su parte exterior, mientras que el interior de la vasija permanece
negro. En todas ellas se distingue que, una vez rotas, el interior
de su pasta es negruzca. |
 
A
la izquierda, un fragmento con manchas rojizas y negruzcas. A la
derecha, un fragmento de cerámica cuyo enfriamiento fue oxidante.
Sus superficies son rojizas, pero el interior de su pasta es negro.
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A
la izquierda, un fragmento decorado con un botón (también
llamado pezón). A la derecha, un fragmento de cerámica
postalayótica, de característico color rosa-anaranjado.
Abajo, otro caso de cerámica postalayótica, con las
marcas en forma de pequeñas incisiones, dejadas por el desgrasante
vegetal (ramitas), después de haberse desintegrado.

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En
ocasiones las vasijas se terminaban con un pulido que le daba brillo,
e incluso se le añadían pequeños motivos decorativos,
aunque nunca legarían a la calidad y belleza de las decoraciones
de la cerámica campaniforme. Los motivos más habituales
suelen ser pequeños hundimientos de la pasta hechos apretando
con la yema de un dedo, o pequeños salientes llamados botones
o pezones.
Finalmente, en época postalayótica nos encontramos con
un cambio bastante notable. Las formas de las vasijas imitan, a menudo,
formas de cerámicas de importación. Pero lo que se nota
más es en el tipo de pastas utilizadas y la técnica
de su cocción: prácticamente desaparecen las cerámicas
"negras," e incluso se distingue una tendencia a un color
rojo-rosa más vivo. El desgrasante en forma de gránulos
de calcita desaparece prácticamente, aunque a menudo encontramos
agujeros (algunos de forma alargada) que se deben a que se utilizó
un tipo de desgrasante orgánico, como ramitas machacadas, que
se ha desintegrado con el tiempo, dejando los huecos donde estuvieron
las partículas. |
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